Por los caminos de la vida se le ha visto de mil maneras, como un actor de teatro, en zancos, dándole vida a títeres, siendo un payaso o conectado con la poesía. A Gregori Colmenares Torres las artes escénicas lo conquistan y, en su pasión, expresa al mundo lo que aprendió “como esponja”, desde que era pequeño.
“Soy un soñador, un pensador, un creador. Un Quijote entre mis locuras y el ver la vida diferente”, expresa en una autodescripción para adentrarse en el mundo interior de este cultor con treinta años de trayectoria, que tiene a Cabimas como ciudad natal, aunque en el tránsito de su crecimiento vivió entre Cabudare y Barquisimeto, estado Lara y, finalmente, echó sus raíces en Ciudad Rafael Urdaneta (antes Ciudad Ojeda), estado Zulia.
La curiosidad de saber lo guió desde pequeño, cuando comenzó con las artes plásticas, “pero me incliné al teatro tiempo después, por supuesto, imitando. Siempre estuve dispuesto. No existía un no”, confiesa sobre una cualidad muy favorable para su aprendizaje artístico.
Con Peña recorrió distintas
barriadas del municipio Lagunillas llevando “teatro, zancos, títeres y
talleres”, asoma con la nostalgia de esos tiempos que, intentaron prolongar,
pero “nos fuimos disminuyendo, porque no
había apoyo, las telas y los trajes se desgastaron con los maquillajes. Hasta
que se fue menguando y ya no se pudo”, cuenta al admitir las “batallas” que
todos los cultores libran por mantenerse activos.
.Su deseo es continuar con el teatro infantil.
Por nuevos planes
Antes de la pandemia, Colmenares y Peña desearon retomar su trabajo como cultores desde el teatro infantil pero …la vida tenía otros planes y, el confinamiento social puso en pausa esos deseos.
“Después fui contagiado de Covid con toda mi familia y, en esa fuerte prueba, murió mi madre”, revela Gregori sobre ese momento tan doloroso.
Él no pierde la esperanza y la ilusión de nuevos proyectos, que lo mantienen con la expectativa de “continuar con el teatro infantil, con mis niños y con ellos crear de nuevo el grupo de zancos, de títeres, de mimos…tengo en proyecto, dentro de la iglesia, lograr hacer teatro de calidad para Dios entre jóvenes y niños”, asegura sobre conciliar su arte con su profesión de fe, como cristiano.
Si le pidiesen reflejar un momento, para Colmenares sería: “la sonrisa de un niño o un joven al verse en medio de los aplausos, al terminar una obra de teatro y tener ese apoyo que hace falta a los cultores de a pie”.
Y si viajásemos en el tiempo, reviviría los instantes junto con Oscar Riera su maestro de la niñez.
Con más edad, recuerda la huella de otras figuras: “Jhonny Salcedo fue un maestro del que aprendí mucho hasta el pensamiento de izquierda revolucionario. Alberto Sandoval me enseñó a soñar, a crear y hacer de un loco enamorado de la vida, un Quijote”, haciendo referencia al célebre personaje creado por Miguel de Cervantes Saavedra.
Cultor de artes escénicas con preponderancia infantil
Y en esos encuentros con saberes creadores conoció a su compañero de sueños, Jonder Peña. “Un gran hombre más que un amigo, un hermano con un gran corazón, entre estos dos profesores (Salcedo y Sandoval) nos moldearon”, reconoce sobre el privilegio de recibir enseñanzas únicas.
Gregori comparte su rol escénico con un trabajo “como vigilante en una empresa, porque sino trabajo no llevo lo esencial a mi casa” y, al mismo tiempo reconoce: “Soy papá, esposo y líder de los niños en la iglesia cristiana donde asisto”.
Él que prodiga sonrisas en los chiquitines también tiene sueños y deseos, uno en particular, “que no haya desigualdad”, mientras expresa su visión de este término:
“Que todos nos respetemos por igual y nos escuchen sin distinción política, credo, religión, color, sexo, que aprendamos de una vez que estamos aquí por corto tiempo y tenemos que aprender a escuchar y aceptarnos, porque si no seremos uno más del montón y la palabra humano nos quedaría grande”.
Texto Yennys Rojas / Fotos: Cortesía Gregori Colmenares
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