domingo, 10 de octubre de 2021

El ilustre serenatero de la Virgen del Paraute

 

 

  Bajo el amparo de un árbol, en una tarde soleada de octubre, recibimos una serenata memorable. Fue como un “baño” melodioso, cálido y sentido de una fuente maravillosa: la voz de Néstor “Moso” Graterol, el “morochero más grande”, como le llamaba, Luis Escaray, humedeció nuestros corazones y empapó las almas de los presentes.

 

  Le vimos acomodarse y, sin soltar su cuatro, comenzó una conversación de cuento y canto, de historia, recuerdos, de fe en Nuestra Señora Rosario del Paraute, a quien él, en promesa por la salud de su hermano César, le compone una gaita para “serenatearla”, cada 28 de octubre, cuando se celebra su aparición.

Néstor "Moso" Graterol, de 86 años, es un ícono cultural de Las Morochas.

 

  -Moso son 50 años de esa promesa…

  -Son más años…responde.

  Y tiene sentido para él, porque desde chiquitico se acercaba a la iglesia de madera, en Las Morochas, donde estaba la tablita de la virgen, y le cantaba.

  Como lo hizo en nuestra tertulia:

Virgen del Rosario Pura del Paraute redención/

Míranos con compasión y ve por tus criaturas (…)

  Cuando ocurrió el accidente de su hermano, Néstor venía de “contestarle” a: “Ricardo Aguirre en Lagunillas, una gaita excelente. Cuando me dicen acaban de matar a uno ahí. Salgo en carrera y veo a César, me lo eché al hombro y lo metí en la clínica. El doctor me dijo: mijo hay que pasarlo para Maracaibo”, contó sobre esas  angustiosas horas.

  Procurando una ayuda divina, caminó desde la clínica hasta la iglesia de Las Morochas, que hoy es el Santuario que alberga a la Patrona de Lagunillas. Y ahí estuvo desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde.

  “Llegué a la iglesia y empecé a cantarle a la virgen. Estuve todo el día canta y canta. Le dijo un hombre al cura ¿desde cuándo está?  Desde esta mañana. Decile que su hermano no tiene nada, ya lo llevaron a la clínica y el doctor dice que no tiene nada. Estaba ahí canta y canta, porque yo no quería que mamá se diera cuenta”, expresa con la fluidez que dan los recuerdos significativos.

  Su mamá se enteró de todo y con amor le dijo: “Cónchale mijo sé que estabas allá (en la iglesia). Desde esa época ha sido gaita y gaita todos los años”, recuerda sobre esa ofrenda melodiosa que aún obsequia a la virgen.

 

                         Néstor Graterol, a la derecha, siempre con su fiel compañero el cuatro.
 

 

  -Moso y la gaita de este año ¿ya la tiene lista?

  -La gaita de este año ya la tengo lista, está completa.

  Él lo asegura sobre la canción número 50 que, como es tradición, escribe para que su hermano César la cante a la patrona en su día.

 Y vuelve a cantar:

Soy morochero con mucho orgullo/

terruño mío donde nací/

Yo desde niño bajo el arrullo de las palmeras te he cantado a ti/

tus serenatas bien entonadas (…)

  Tiene una facilidad que asombra, en especial, porque a sus 86 años, tiene el ánimo de componer y cantar con voluntariosa disciplina.  Quienes lo han visto en alguna presentación, disfrutan de sus prodigiosas manos para rasgar las cuerdas del cuatro, su fiel compañero.

Graterol tiene una maravillosa manera de hacer las entrevistas: cuenta y canta.




 

  Privilegiados fuimos y han sido quienes le han visto entonar sus canciones.

  Un grato placer reservado para los que llegan a la intimidad de su hogar, en Tía Juana, donde actualmente vive, aunque su “corazón” está en Las Morochas, en su vivienda natal de la calle El Estudiante, donde residía con su padres y hermanos.

  “Sí él canta y así le responde a las personas cuando vienen a entrevistarlo, responde con las letras de sus canciones”, expresa con una sonrisa Anny, la hija menor del Moso.

  Para ella y sus hermanos, José y Aury, la poesía que fluye en las letras de su padre, es cotidiana y, ni los problemas de visión que tiene, amilanan su espíritu.

  “Son serenatas todos los días en mi ventana. Eso lo tiene a flor de piel”, resume la menor de los tres descendientes, sobre la habilidad de su progenitor que viene, como “herencia” de su abuelo José Ramos.

   -Moso ¿Por qué te gusta tanto la gaita y la décima?

  -Porque es sincera, humilde y bonita. La hago y la cuadro bien, bien. La décima es importante, es una sabiduría.

  Así se expresa este hijo prodigio de Lagunillas, nacido el 28 de febrero de 1936.

 

Suena el cuatro y fluye la voz:

Así escribo yo la gaita zuliana en mi región/ 

Con marcada vocación, oído y buena garganta/

Y le doy sabor de pascua al pueblo donde nacimos/  

Con sentimiento mismo nativo de nuestra región.

Su talento se vio a sus anchas en agrupaciones como Los Colosales y Gaiteros de El Padro.

 

 

  Con una cadencia extraordinaria va engranando cada verso y “embelesándonos” a todos los que vinimos a entrevistar al morochero que, con carisma, ingenio y amor, se ha ganado el cariño de todos y es para nosotros, sentimentalmente, un “hijo ilustre”.

Gracias papá por ser yo así/   Tú me diste a mí todo lo que soy/

y en aquel rincón donde nací están mis hermanos/   rezando por ti.

Siempre te recuerdo, mi viejo aquel día cuando te marchaste al lado de Dios/

Dejando tú rancho tan solo y tan triste (…)

 

  Está melodía conmueve y, si bien acá está un verso, la letra se extiende en amor y gratitud hacia sus padres: María Griselda Graterol y José Ramos.  

  Y surge un dato curioso. “Artísticamente, como él dice en sus composiciones, es Néstor Graterol, pero su nombre de pila, es Néstor Antonio Ramos Graterol”, revela Anny, su hija, sobre tan particular manera de firmar sus creaciones.

  Desde chiquito Néstor admiraba el talento de su padre y la destreza para tocar el cuatro que, cuando él salía, corría con pícara rapidez a tomar el instrumento y dar rienda suelta a su emoción.

Este cuatro es un tesoro/  

 Que me llena de bondad y me da felicidad/

 por eso lo adoro/   

nunca me ha dejado solo después que murió papá/

y ahora que Mary y mamá tampoco están/

 sus cuerdas son para mí oro.

 

Con sentidas palabras elogia a su padre.

 

Cuando papá componía lo hacía con gentileza/ 

Se le olvidaba la tristeza que en su corazón había.

 

  En otrora todas las festividades de Nuestra Señora Rosario del Paraute, atraían al Moso, quien las disfrutaba completas, pero, un acontecimiento lo trastocó. Su esposa, Mary Benita González de Ramos, con quien convivió más de 40 años, se adelantó al encuentro con Dios, en una fecha muy especial.

  “Desde que mamá murió, no fue más”, señala su hijo José Manuel, mientras su hermana Anny aclara: “va en la mañana a la misa, pero nosotros antes íbamos a todo (las festividades), el 28 de octubre, él lo disfrutaba”.

  “Mi mamá se murió ese día, el 28 de octubre, este que viene cumple diez años de fallecida. Iban a ser las 12 de la noche cuando murió. A las siete, se comenzó a poner malita. Empecé a llamar a tía Carmen y Aurita, me dijeron que mi papá no estaba allá. Lo empezaron a buscar entre los grupos y estaba por la calle de El Pdval, porque lo vinieron a buscar, sería como entre las cuatro o cinco de la tarde, (para una presentación). Iban los muchachos a cantar la gaita que él compuso”, cuenta Anny, sobre ese momento tan sentido.

  Existe actualmente una propuesta para solicitar que Néstor “Moso” Graterol obtenga la designación de Hijo Ilustre de la ciudad, distinción vista con agrado por sus hijos: “sería un orgullo para nosotros y para la familia morochera”, destaca su primogénito José Manuel, sobre la tentativa de reconocimiento.

  “Los homenajes hay que hacerlos en vida”, agrega el mayor de los descendientes, acontecimiento que sería de grata vivencia para su papá.

  “En una escuela en Barrio Libertad, la Uvencio Velásquez ya le hicieron un homenaje”, refiere Anny, su hija, sobre uno de esos momentos hermosos que ellos rememoran con amor.

 Como privilegiados oyentes le escuchamos, nuevamente, cantar.

 

Yo soy un compositor tradicional de la orilla/

Por eso mi musa brilla/ con talento y esplendor/

Porque recibo del sol su luz como lamparilla/

Por ser una vieja semilla de la costa y su tambor.

Una tarde maravillosa junto a Néstor "Moso" Graterol y su familia, quienes nos recibieron para hacer posible la entrevista.

 

 

  Quienes estuvimos junto con él, le aplaudimos ante cada verso entonado, de los muchísimos que nos cantó ese jueves, donde la historia brotó y, aunque deseemos escribirlos todos, nos falta tiempo para resumir una vida de canto, amor, tradición y una vena artística que se irriga en varios integrantes de una misma familia: Jaime (Indriago), Aura,  Nestico, Julio César, Lenín y los que irán revelándose.

  “Tengo primos con conjuntos de gaita. Lenín (es uno) dice que al pasar el tiempo al Moso se le siente más clara la voz ahora, mejor que antes”, cuenta su hija Anny.

  Y el Moso, con fraternal amor, se desvive en elogios para Eduvina, su hermana, madre de Jaime Indriago.

  “Había que escucharla, porque ella cantaba mucho. Jaime salió como ella con la voz clarita y bonita”, dice con la sapiencia que da su dilatada experiencia.

  Nos despedimos como flotando entre nubes, sabiéndonos de una selecta audiencia que en una tarde de octubre, entre risas y gozo, escuchó la historia viva en la voz de  Néstor “Moso” Graterol.

                           ¡Gracias! “ilustre” morochero.

 

Textos: Yennys Rojas / Fotos: Luis Martínez

 

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